Entre la superstición y el naturalismo

Sé que tal vez los apuntes en este diario adolezcan, a veces, de un rigor científico en la redacción. Mi oficio de escritor debe ser culpado antes que nada. Solo espero que la falta de rigor (en parte intencional) no sea un obstáculo para la finalidad que es describir las experiencias de un naturalista diletante siempre dispuesto a aprender de lo que la vida, la naturaleza y los otros nos dan.
Hacia finales de los años 90 del siglo pasado leí una novela, "La Lágrima", cuya historia en cierto modo y aparentemente narra parte de la historia de mi familia por el lado materno oriunda del bajío y el occidente. De la mitad en adelante, la novela utiliza, describe, narra cómo los alacranes son, para la familia de la novela, una señal recurrente que encierra mensajes sobre desgracias por ocurrir en la familia, pudiendo aparecer filas de alacranes en escenas que causan horror.
En la zona de Naucalpan, donde vivo desde hace 50 años, nunca me había tocado ver alacranes negros ni ninguno otro, lo que no significa que no hubiera en las zonas rurales o boscosas de los alrededores.
Luego de que leí esa novela pasaron dos cosas extraordinarias. Primero, caí en la cuenta de que, desde finales de los ochenta, tras el sismo que afectara a la Ciudad de México en 1985, la zona de Naucalpan en que me encuentro se cundió de cucarachas europeas. Se hizo una verdadera plaga a la que siguió una plaga de hormigas negras que expulsó a las hormigas arrieras que había por aquí; hoy es raro verlas a estas. Las plagas siguen en 2019. La población humana se incrementó también por quienes, temerosos de los tremores de tierra, migraron del Distrito Federal, hoy Ciudad de México, a la zona metropolitana. Esto significó un aumento en la presión socioeconómica, urbana e incluso ecológica, pues las inmobiliarias, que ya venían depredando la zona, hicieron su agosto de la mano de gobiernos corrompidos y líderes ejidales, cundiendo a su vez, como si plaga, los cerros alrededor del valle con construcciones residenciales, industriales, comerciales y de oficinas.
Esta presión, supongo, incidió en expulsar a varias especies animales y mezclarlas con el resto de la fauna, el animal humano incluido. Entre ellas, los alacranes. Esa es una explicación para la plaga que ellos de pronto significaron. Asimismo, comenzó a notarse un aumento en las apariciones de arañas violinistas, y falsas violinistas que encontraron en las casas y departamentos los rincones más tranquilos y confortables para adaptarse.
Esa es una explicación para las observaciones de alacranes. Pero, tengo otra. Mi padre, por esa misma época, acopió en la casa unas cajas con mercancía durante más de un año. En ese tiempo, ni señas de alacranes. Enviamos algunas cajas a Villahermosa, Tabasco, para que un familiar allá ofreciera la mercancía. Sin éxito, el familiar nos devolvió las cajas. A la semana aparecieron los primeros alacranes. Esto ya sucedió entrado el siglo, hacia 2005 cuando además se decidió vender el terreno donde estaban guardadas dichas cajas. En 2006 falleció la hermana de mi madre y desde entonces se desataron varias desgracias por el lado materno. ¿Coincidencias?
Mis recientes observaciones también podrían tener un par de explicaciones lógicas: la casa de atrás está abandonada y de ahí llegaron movidos en su cacería nocturna. O están en mi jardín y de ahí surgieron y los gatos los hallaron tras las copiosas lluvias.
Coincide la aparición también con dos hechos previos: 1) la casa de al lado celebró ruidosamente el 15 de septiembre, quizá las vibraciones sonoras los espantaron. 2) Compré y acomodé en mi jardín plantas benéficas para la huerta: lavanda y citronela. Entiendo que la primera, por su aroma, es repelente de cucarachas y alacranes, según las consejas populares.
Entre la superstición y el naturalismo siempre procuraré quedarme con las explicaciones lógicas. No obstante, en mi experiencia personal, algunas cosas las rebasan o ponen en tela de juicio.
Los murciélagos que habitaban las cuevas en el Cerro de Moctezuma, Los Remedios y otros cercanos, y que surcaban los cielos nocturnos con puntualidad inglesa a las 11 de la noche, a las 3 y 6 de la mañana y que sobrevolaban a escasos metros sobre mi casa volando de ida y vuelta rumbo a Azcapotzalco dejaron de pasar. Hoy es raro escucharlos. En cambio, he visto búhos anidando en las palmas del fraccionamiento en que habito y algún aguililla o halconcito rondando los parques, volando alto por sobre el Periférico y Las Torres de Satélite.
Algo similar ha sucedido con otras aves que, más propias de climas más templados, desde mediados de los noventa empezaron a aparecer en esta zona, como es el caso de los zanates, de los que no tuve noticia sino hasta que aumentó su población aquí ocasionando, en contra, la disminución de torcazas y de colibríes. Asimismo, las palomas incrementaron su población hasta hace cuatro años que se vio rebasada por la de los zanates. También, en este tenor, he podido observar una disminución en el tamaño de los gorriones de la zona. ¡Y ahora por ahí rondan unos loros y guacamayas!; quizá fugitivas de alguna casa.
Y qué decir de las culebras negras sobre las que ya publiqué una entrada previa en este diario. En fin, queden estos indicios de los cambios, unos debidos al clima y otros por causa de la intervención del hombre. La vida, se ve, va.
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הועלה ב-ספטמבר 26, 2019 02:24 לפנה"צ על ידי vetanaturalista vetanaturalista

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ספטמבר 3, 2019 10:46 אחה"צ +13

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Serpiente hallada por gatos dentro de habitación y colocada luego en compostera al confundirla con lombriz o con Cecilia mexicana. Coincide aparición con regreso, 3 días antes, de viajero proveniente de Aguascalientes.

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ספטמבר 22, 2019 02:49 אחה"צ +13

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Segunda observación, en dos días, de estos alacranes en casa, cazados por un de mis gatos. En mis notas incluyo otros datos de memoria de hechos.

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